«Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos» (Jeremías 6:16)
Hoy más que nunca se hace necesario; leer con atención el texto de Jeremías, que nos invita a reflexionar con detenimiento y seriedad de las razones de nuestra existencia en una perspectiva histórica, del presente y considerando el futuro, al interior de nuestros corazones buscando respuestas que satisfagan nuestra ansia de conocimiento y fundamentalmente, nuestro anhelo de hallar explicaciones que signifiquen un «refrigerio espiritual».
La gran mayoría de la gente que no busca a Dios es porque aún no se ha dado cuenta de su realidad y de su entorno; de la imperiosa necesidad de entender y asumir su rol en este mundo. No se ha dado cuenta aún, que su futuro es simplemente retornar al polvo de donde fue formado, sin una pizca de esperanza que le hable de días mejores. Qué perspectiva más triste y estrecha le espera al hombre que no quiere abrir sus ojos. Por ello prefiere aceptar ideas que han sido maquinadas en la noche de las tinieblas espirituales, que al final no explican nada y menos proporcionan un escenario de análisis, donde se encuentren elementos que expliquen las razones de nuestra existencia. Por ello, prefieren creer en la reencarnación, cualquiera sea su forma, buscadores eternos de la verdad que nunca llega, se quedan en la “buena vida”, la “idea del bien”, la “sustancia”, “el uno”, o “la verdad”, que son senderos que no llevan a ninguna parte, o quizás como reza ése antiguo adagio: “cualquier camino es bueno para el que no sabe donde ir”. Prefieren creer que tenemos poderes sobrenaturales o últimamente que somos el producto del experimento bizarro de alienígenas que un día pisaron nuestro planeta. Cualquiera sea la idea a la que se aferra el hombre que actúa como psicotrópico espiritual, el propósito es siempre el mismo, querer desconocer la realidad de la vida, querer desconocer el hecho de que un día, cada vez más cercano, tendrá que comparecer ante la mirada inquisidora del Creador para dar cuenta de sus actos; entonces, ¿qué diremos?. Quizás pensemos alegar ignorancia del conocimiento de La Palabra de Dios; pero, los cielos y la tierra son testigos de que Dios hizo más de lo necesario para que tengamos un conocimiento cabal de su Palabra. El hombre cree que «con un dedo se puede tapar el sol», olvidando que todas las cosas que nos rodean, aun nosot ros mismos, somos testimonios vivos de su poder, somos pues en última instancia, prueba real de su existencia.