La palabra dada por nuestro Señor, y registrada por Mateo, muestran el actual escenario en el que vivimos. No es un secreto el incansable combate que se viene dando desde hace siglos entre el bien y el mal. Al caer la primera pareja, el Señor ya había predicho el conflicto en el que el mundo se vería envuelto hasta la segunda llegada de nuestro Señor:
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar
A pesar de que Azazel lograría seducir a muchos con sus engañosas doctrinas, a través de las eras, siempre habría un grupo de personas rectas y fieles a los preceptos del Señor que le harían frente al enemigo.
Sin embargo, eso no haría retroceder al Engañador, quien recurría a destruir toda esperanza golpeando a la iglesia desde dentro. Esto fue algo que el apóstol de los gentiles advirtió en:
Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos
Contrario a lo que muchos piensan, esta “fisura” interna no es algo nuevo, sino algo que se viene gestando desde el Edén. Porque, en realidad, el combate no es -en esencia- entre naciones, o entre grupos o entre familias siquiera. El quiebre comenzó en los dos componentes principales de la base de una nación, a saber, la familia. Estos 2 componentes son el hombre y la mujer.